viernes, 18 de julio de 2008

EL CARÁCTER PÚBLIC0 DE LA PROMULGACIÓN DEL EVANGELIO

1. El carácter público del testimoniar cristiano es insoslayable. No nació en modo alguno del deseo de notoriedad de ciertas personas, sino que responde a la voluntad de Dios. Es la expresión de su revelación. "Dios quiso que estas cosas fueran divulgadas". Por esto, "la verdad y la doctrina (lat. veritas et doctrina) deben darse a conocer siempre, ante todos y sin cejar", y nadie, tampoco la iglesia, está autorizado a limitar esta promulgación por consideraciones hacia personas, tiempos y circunstancias. ¡Y ante todo la iglesia no debe hacerlo! No debe hacer el intento de manejar el evangelio a su antojo; pues en esta lucha, ella no es conductora, sino conducida. La iglesia militante cuyo miembro Lutero se confiesa aquí, ha sido arrastrada a esta lid precisamente por la palabra de Dios. La iglesia de la cual Erasmo actúa de vocero, echa cadenas a la palabra de Dios (verbum Dei alligare, encadenar la palabra de Dios) negociando así la paz con el mundo.


2. Que la promulgación origine tumultos, no se debe a las personas, sino al hecho de la promulgación en sí. "El tumulto aquel tiene su origen en Dios, y Dios es el que permite que siga". Pues el mundo no puede ni quiere tolerar la palabra de Dios, y el Dios verdadero no quiere ni puede callar. Por consiguiente, la promulgación del evangelio trae consigo la lucha entre dos reinos, y hasta entre dos dioses ("...estos dos dioses están en guerra el uno con el otro", Duobus diis bellantibus -- Dios contra Satanás). De esto, Lutero saca la siguiente conclusión: "Querer aplacar estos tumultos no es otra cosa que querer abolir la palabra de Dios y prohibir su predicación"


3. Por tal razón, Lutero define el clamor por una paz a cualquier precio como "tranquilidad carnal" (tranquillitas carnalis) y le opone su resolución de ofrecer tenaz resistencia. "Pero si por un tiempo. dejamos a un lado esta palabra, dejamos a un lado temporalmente a Dios mismo, la fe, la salvación y todo lo que el cristianismo implica". Este imponente capítulo, que es al mismo tiempo una documentación del carácter enteramente "apolítico" de la reforma de Lutero, hace evidente que ésta nunca podrá ser entendida si se la considera sólo un descubrimiento de nuevos valores y órdenes de la vida, pues justamente así era como Erasmo se imaginaba la reforma de la iglesia. Lutero empero se. siente comprometido a una verdad a la cual, de ser necesario, él está dispuesto a sacrificar el mundo entero; tan grande es el poder que esta verdad ejerce sobre él. Y esta verdad tiene que ser promulgada sin cortes, "aun cuando el mundo entero no sólo se vea envuelto en conflicto y tumulto, sino se derrumbe en un solo caos y quede reducido a nada" Pues el evangelio de la libre gracia de Dios, y la dicha de las conciencias así liberadas, están por encima de todo lo que hay de creado en este mundo. (Aquí está el limite para la "teología de los órdenes"; no está destinada al tálamo nupcial, sino a los sirvientes.) Obras Lutero Vol. IV